Desde que Modesto Cubillas descubriera Altamira en torno al año 1868, la cueva no ha parado de sorprendernos. Las pinturas que acumulan las paredes de estas grutas santanderinas son un tesoro para la historia del Paleolítico superior y han permitido conocer más las costumbres y forma de vida de esta época. Ahora, el descubrimiento de tres nuevas manos dibujadas sobre la piedra han vuelto a poner a Altamira en el punto de mira.
Según han desvelado los técnicos del Museo de Altamira, la importancia de estas manos que nuestros antepasados pintaron en las paredes de su ‘casa’ –entendiéndose la cueva como lugar de refugio– radica en que son anteriores a las conocidas recreaciones de los bisontes. “Al tener una antigüedad mínima de 20.000 años nos están mostrando cómo era el techo de Polícromos antes de las famosas pinturas de los bisontes”, explica la subdirectora del Museo de Altamira, Carmen de las Heras.
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— Museo de Altamira (@museodealtamira) 27 de enero de 2019
Con las tres nuevas representaciones descubiertas –hasta ahora ‘invisibles’ al estar en un estado de conservación que dificulta su visibilidad–, ya son nueve las manos paleolíticas que se han enumerado en el interior de la cueva. El trabajo lo ha realizado el Museo de Altamira en colaboración con los responsables del proyecto ‘Handpas. Manos del pasado’, cofinanciado por la Unión Europea en el marco del Programa Europa Creativa.
Este hecho no es habitual en el arte rupestre, y ha emocionado a la comunidad científica que ha contado con la ayuda de la tecnología para descubrir estas nuevas marcas. Gracias a unas técnicas que resaltan pigmentos invisibles para el ojo humano, los expertos han podido registrar colores rojos y negros para la estampación de las manos.
Otro descubrimiento clave sobre los ‘hogares’ neolíticos
El descubrimiento de Altamira se suma al realizado a finales de año en un yacimiento jordano. El yacimiento de Kharaysin, a 50 kilómetros de Amán –capital del país– puso en relieve el considerado como ‘primer hogar de la Humanidad’. Los colores encontrados en el suelo de una ‘choza’ de hace unos 11.000 años revolucionaron la concepción de la ‘casa’ entendida como lugar, no solo para el descanso, sino también para el confort.
El hecho de solar con cal la choza mediante un sofisticado proceso suponía los primeros pasos hacia la preocupación por la higiene y el control de enfermedades. Hasta entonces, los pobladores de la Tierra debían hacer frente a problemas relacionados con la suciedad y unos malos hábitos salubres que, poco a poco, empezó a encontrar solución con estos pequeños gestos.
El descubriendo de Kharaysin fue realizados por científicos españoles. “Es el suelo de cal pintado más antiguo del mundo“, explica Juan José Ibáñez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director de una misión que desde 2014 excava el páramo, en los áridos alrededores del pueblo de Quneya. “Hasta su hallazgo, los primeros conocidos se localizaban en Jordania, Israel y Siria y databan de 800 años después”, cuenta este experto arqueólogo sobre el suelo encontrado, que pertenecía a la habitación principal de una pequeña cabaña formada por una cocina aneja y construida semi enterrada. “Está deteriorado, pero era completamente liso y regular, tanto como pueden serlo hoy día los suelos que pisamos”, indica Ibáñez.